lunes, 14 de marzo de 2011

Hablando de Los Muertos... (II)

De nueva cuenta, les comparto un par de citas del libro "El Hombre Necrotropo: de la creencia en las ánimas a la atracción morbosa por los cadáveres". Les dejo el link de las primeras citas que presenté de este texto, para más información del libro.

Les comparto una cita acerca de la sobre valoración de la vida humana:

"Como un jarro de agua fría, y no sólo para el hombre religioso, suena lo que escribió en otro tiempo Plinio el viejo, víctima de la erupción del Vesubio: ‛Únicamente la vanidad humana se extiende también al futuro e inventa para sí la vida en la muerte, sea aceptando la inmortalidad del alma, sea cambio de forma o una vida en un mundo subterráneo... Ciertamente, esta ilusión, esta superstición, destruye el acto más benéfico de la naturaleza, la muerte: redobla el temor a la muerte, recargándola con el pensamiento de lo que ha de venir‛"*

Como si la vida de los seres humanos se diferenciase de algún modo de los demás animales, o como si no existieran en el mundo otras muchas cosas de mayor duración, a las que nadie atribuye una inmortalidad igual. (Plinio, Historia natural, VII, 66.)


En la parte sobre las creencias y manifestaciones culturales de las formas de alejar a las almas, el autor nos comenta lo siguiente (por cierto, esta parte me recordó a mi querida Merly):

"La oscuridad es el momento en que todos los poderes perversos entran en acción. La hora de la ronda de los fantasmas es la medianoche. Pero se les puede ahuyentar por medio de la candela que arde al lado de la cuna del recién nacido. El canto del gallo les reporta sufrimiento, perciben a disgusto el aire de la mañana."**

¿Les gustaría hacer algo para molestar el alma de un muerto?:

"Prohibición de duelo, la muerte de los odiados celebrada como una fiesta: no era posible peor humillación para un alma."***
Los antiguos romanos, consideraban al suicidio un acto especial:

"El entregarse voluntariamente a la muerte representaba una gran ventaja, y que a los ajusticiados se les privaba de las posesiones y de honras fúnebres. El que se daba muerte por su propia mano se veía recompensado con la rapidez y el aligeramiento del modo de proceder. Su última voluntad era respetada. Le concedían una sepultura con los correspondientes honores."****

Tomado del texto:


HENTIG, Hans Von. Estudios de psicología criminal XI. El hombre necrotropo: De la creencia en las ánimas a la atracción morbosa por los cadáveres. Madrid, Ed. Espasa-Calpe, 1976. 200 pp.


* Hans Von Henting. Estudios de psicología criminal XI. El hombre necrotropo: De la creencia en las ánimas a la atracción morbosa por los cadáveres, p.12.
** Ibid., p.18.
*** Ibid., p.58.
*** Idem.

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